Londres triplica el límite de contaminación permitido para NO2

mar 7, 2015
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Enviado por: Troposfera
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Es una verdad incómoda, que el carismático alcalde Boris Johnson tiende a escamotear, pero Londres se ha convertido en una ciudad irrespirable, debido al tráfico y al trasiego constante de aviones. A lo largo del otoño pasado y lo que va de invierno el problema se ha agravado por una anomalía meteorológica: los menores registros de lluvia desde 1929.

Un nuevo estudio revela que Londres está superando 3,5 veces el límite legal de contaminación del aire fijado por los estándares de la Unión Europea. El enemigo silencioso, que provoca asma, infecciones y problemas respiratorios de todo tipo, se llama dióxido de nitrógeno (NO2). La inmensa flota de buses rojos diésel de dos pisos es su mayor aliado. Cada vez que se airean quejas contra la polución, la alcaldía anuncia que va a sustituir los viejos autobuses por híbridos, que son menos contaminantes. Pero lo cierto es que la renovación no se acaba de acometer.

Se da la paradoja de que entre las calles más contaminadas figuran precisamente algunas de las más caras y lujosas del planeta. Como decía el afamado culebrón, «Los ricos también lloran»: están respirando la peor atmósfera de Londres. La zona con mayor polución es Marylebone Road, arteria elegante al sur de Regent’s Park, donde intentó construirse un palacete la jequesa de Qatar. Allí se registran 132 microgramos de NO2 por metro cúbico de aire, cuando el límite de la UE es de 40 si no se quiere provocar daños a la salud.

El segundo punto negro es Park Lane, una de las zonas predilectas de los plutócratas árabes que se pavonean por la ciudad y donde su ubican varios hoteles de híperlujo. Park Lane, cercana a Buckihgham, está frente al pulmón de Hyde Park, pero es una avenida de varios carriles con tráfico a todas horas.

También sale mal parada Knightsbridge, la suntuosa calle de tiendas donde se encuentra Harrods, que acoge también el edificio de apartamentos más caro de Londres, One Hyde Park, un búnker acristalado de diseño high tech, propiedad de los cataríes, al igual que el gran almacén.

Oxford Street, récord de contaminación

La calle Oxford Street de Londres no es la de más glamour de la ciudad, pero pasa por ser la mayor arteria comercial de Europa y tal vez del mundo. Trescientas tiendas en dos kilómetros y medio, donde se apiñan algunos de los mayores grandes almacenes de la capital británica.

El pasado año, el prestigioso King’s College reveló que la calle presenta una media de 135 microgramos de dióxido de nitrógeno (NO2) por metro cúbico de aire, con disparatados picos de 463 microgramos. A su juicio, esa cifra supone el récord histórico de contaminación por tráfico. Mil quinientas veces al año se superan en Oxford Street los 200 microgramos de NO2. Con estas cifras, Londres desbancaría a Delhi y Bombay. Lo cierto es que un largo paseo por allí en fin de semana se deja sentir en los pulmones.

Al conocer los datos del King’s College, la primera reacción del alcalde Boris Johnson, el carismático y estrafalario ex periodista que sueña con suceder a Cameron, fue cuestionar la validez del estudio diciendo que eso son «bollocks» (lo que podríamos traducir en fino por «chorradas» y en literal como «cojonudeces»).

Su entorno incluso insinuó que el King’s College podría perder ayudas municipales por dañar la imagen de la ciudad. Una mala idea. En el Reino Unido no gusta que se ponga en cuestión a la comunidad científica. Boris tuvo que recular y admitir que las mediciones eran correctas. Ahora anuncia, una vez más, la llegada de los famosos autobuses híbridos y que en 2020 Londres contará con una «zona de emisiones ultra bajas».

Pero como siempre, la limpieza cuesta dinero y además el aire, que es invisible, no constituye una gran baza electoral. La oposición laborista, que intenta sacar partido al asunto, asegura que los malos humos cuestan la vida cada año a 29.000 londinenses y que 50 calles son un peligro público

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