El Papa acusa a empresas y Gobiernos del cambio climático

jun 18, 2015
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Enviado por: Troposfera
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“El gemido de la hermana tierra se une al gemido de los abandonados del mundo”. La encíclica Laudato Si del Papa Francisco sobre ecología es un grito de auxilio para salvar el planeta, pero también una acusación –por momentos feroz— a la alianza de intereses políticos y empresariales que han provocado el cambio climático y condenado a la pobreza a una parte de la población. Jorge Mario Bergoglio llega a advertir: “Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”.

La primera encíclica del Papa Francisco –la anterior fue escrita junto a Benedicto XVI—tiene 191 páginas, se titula Laudato si (Alabado sea, en italiano antiguo) y puede considerarse una declaración de guerra a las grandes compañías y a los gobernantes de los países más ricos que, “con el uso desproporcionado de los recursos naturales”, han contribuido al cambio climático y a la pobreza de una parte del planeta. De los seis capítulos, el primero es de una contundencia inusitada, sobre todo al denunciar la pasividad de la política ante el expolio del planeta.

“Llama la atención”, escribe Bergoglio, “la debilidad de la política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos”. La encíclica de Francisco, que no está dirigida solo a los políticos, sino “a todas las personas de buena voluntad”, propone un cambio radical de estilo de vida para evitar que la tierra se siga convirtiendo “cada vez más en un inmenso depósito de porquería (…). Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”.

En el primer capítulo, titulado “lo que está pasando en nuestra casa”, Jorge Mario Bergoglio aborda la interconexión entre la contaminación y el cambio climático, la mala gestión del agua, la pérdida de la biodiversidad, la gran desigualdad entre regiones ricas y pobres o la debilidad de las reacciones políticas ante la catástrofe ecológica. “Todo está relacionado”, repite una y otra vez el Papa durante su encíclica. Como ya se venían barruntando sus poderosos detractores –desde Jeb Bush a la extrema derecha italiana y vaticana--, no solo diagnostica los problemas, sino que señala a los culpables.

Según el Papa, el calentamiento originado por “el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos”. De ahí que Francisco señale muy claramente la responsabilidad del actual sistema económico mundial: “La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre lo mismo con la deuda ecológica. De diversas maneras, los pueblos en vías de desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera, siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y de su futuro”.

El Papa atribuye gran parte del problema a la voracidad de las grandes compañías, pero también a la falta de una respuesta valiente por parte de los gobernantes: “Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional”. Bergoglio se muestra aquí especialmente duro con los políticos que “enmascaran” los problemas ambientales o subestiman las advertencias de los ecologistas. “Las predicciones catástroficas”, advierte, “ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad”.

El Papa intenta desenmascarar a los gobernantes que, para enmascarar “su sometimiento a la tecnología y las finanzas”, fingen un interés que no tienen: “Así sólo podrían esperarse algunas declamaciones superficiales, acciones filantrópicas aisladas, y aun esfuerzos por mostrar sensibilidad hacia el medio ambiente, cuando en la realidad cualquier intento de las organizaciones sociales por modificar las cosas será́ visto como una molestia provocada por ilusos románticos o como un obstáculo a sortear”.

La encíclica, que se refiere a la tierra como una hermana con la que se comparte la existencia o como una madre que acoge entre sus brazos, llega a tocar aspectos muy sensibles para algunos sectores de su parroquia. Bergoglio advierte incluso de que la propiedad privada no puede estar por encima del bien común. Dice que una regla de oro del comportamiento social –“y el primer principio de todo el ordenamiento ético-social”—es el “principio de subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes”. Y añade una de las frases que sin duda provocarán un respingo a quienes, desde los sectores más conservadores de dentro y fuera de la Iglesia, ya le venían acusando de comunista. Dice el Papa: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”. Eso sí, el papa revolucionario se cura en salud apoyándose a continuación en Juan Pablo II: “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguna”. La última frase, eso sí, Francisco la resalta con la intencionalidad de las cursivas.

Jorge Mario Bergoglio cita a sus predecesores para dejar constancia de que también ellos mostraron preocupación por la destrucción del planeta. “Hay que eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial”, dijo Benedicto XVI, “y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”. Pero no hay duda de que Francisco va más allá. En el fondo y también en la forma. Porque Francisco sale de los recintos del Vaticano e incluso de la fe cristiana para “reconocer, alentar y dar las gracias” a todos aquellos que “trabajan para garantizar la protección de la casa que compartimos”.

Bergoglio dice que hay un interés tácito, una especie de acuerdo no escrito entre los gobernantes y los privilegiados ciudadanos de los países ricos, para mirar para otro lado: “Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que requieren decisiones valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto. Si miramos la superficie, más allá de algunos signos visibles de contaminación y de degradación, parece que las cosas no fueran tan graves y que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones. Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera”.

El Papa, que pide una “revolución cultural” para afrontar la creciente destrucción del planeta, aclara que no es partidario de regresar a las cavernas, pero sí de reflexionar sobre el inmenso poder que, a través de la ciencia y la tecnología, los más poderosos tienen entre sus manos: “No podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien”.

Un "hito" para la ONU

La encíclica Laudato Si de Papa Francisco es un "hito", pues "nunca un Papa habló tan directamente sobre el medio ambiente", según la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que también reclamó un "cambio global" para hacer frente a los efectos del cambio climático.

El director de la división de Clima de la FAO, Martin Frick, destacó que el actual pontífice "tiene una gran credibilidad moral" y coincidió con él en que es necesario un "cambio global" para evitar la destrucción del planeta. "Necesitamos un cambio que es tan profundo que a veces pienso que lo que falta no es tanto la tecnología, que la tenemos, sino la simple imaginación de la gente", afirmó el responsable de la FAO.

En su opinión, se han perdido casi veinte años debatiendo la ciencia del cambio climático "por el interés de muy pocas personas" y ahora las negociaciones para llegar a un acuerdo en la cumbre del clima de París, que se celebrará en diciembre, "son las más complejas y difíciles en la historia de la humanidad".

"El modelo de negocios del último siglo funcionó, sacó a mucha gente de la pobreza y creó procesos tecnológicos fantásticos, pero ignoró completamente los límites del planeta", destacó Frick, que agregó que eso hace necesario un "nuevo orden mundial".

Al tiempo, recordó que la producción de alimentos es "muy vulnerable al cambio climático", que está impactando con fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, capaces de destruir cultivos enteros, y con variaciones de temperaturas que afectan a plantas e insectos polinizadores, entre otros efectos.

En su encíclica "Laudato si" ("Alabado seas"), el Papa denuncia la debilidad de la reacción política internacional y los intereses económicos a la hora de afrontar la defensa del medioambiente, y pidió una "valiente revolución cultural" para salvar el ecosistema.

Para el Secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el papa subrayó que "el cambio climático es uno de los principales desafíos de la humanidad y una cuestión moral que implica un diálogo respetuoso con todos los segmentos de la sociedad".

"La humanidad tiene la obligación de proteger nuestra casa común, el planeta Tierra, y mostrarse solidaria con los más pobres y más vulnerables, que sufren más los efectos del clima", insistió Ban.

El jefe de Naciones Unidas exhortó a los gobiernos "a poner el interés general sobre los intereses nacionales y adoptar un acuerdo ambicioso y universal sobre el clima", durante la conferencia de París en diciembre próximo.

Por su parte, el director ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Achim Steiner, agradeció la llamada a la acción contra el cambio climático lanzada por el papa Francisco en su encíclica sobre protección del medioambiente.

"El PNUMA agradece la inequívoca llamada a la acción del papa Francisco para hacer frente a la degradación del medioambiente y el cambio climático", afirmó en un comunicado. "Esta encíclica es una llamada que resuena no sólo en los católicos, sino en todos los pueblos de la Tierra. La ciencia y la religión están alineados en esta materia: Ahora es el momento de actuar", añadió Steiner.

El PNUMA apoyó así la encíclica del papa e insistió en la necesidad de responder a la degradación ambiental y el cambio climático como un "imperativo moral". "No debemos pasar por alto que los más pobres y los más vulnerables son los que más sufren estos cambios que estamos viviendo. La gestión ambiental de la humanidad del planeta debe reconocer los intereses de las generaciones actuales y futuras", remarcó el director ejecutivo del PNUMA.

Así, añadió, "todos debemos reconocer la necesidad de reducir nuestro impacto ambiental y consumir y producir de una manera sostenible". Aludiendo a las palabras del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, Steiner recordó que "somos la primera generación que puede acabar con la pobreza y la última generación que puede actuar para evitar los peores impactos del cambio climático".

La «encíclica ecologista» del Papa, en la que el Pontífice apuesta por una «valiente revolución cultural» contra el comportamiento «suicida» que destruye el medio ambiente y el planeta, ha sido muy bien acogida por Greenpeace. La organización, además, anima al gobierno español a ponerla en práctica y destaca que el Vaticano considera que hacer frente a la injusticia social ligada al calentamiento global es un imperativo moral.

«Greenpeace acoge con satisfacción la valiosa intervención del Papa Francisco en la lucha común de la humanidad para evitar un cambio climático catastrófico», ha declarado en un comunicado Kumi Naidoo, director de Greenpeace Internacional. «Esta primera encíclica sobre el medio ambiente pone al mundo un paso más cerca de ese punto de inflexión en el que abandonamos los combustibles fósiles y abrazamos totalmente la energía limpia y renovable para todos», ha añadido.

La organización ecologista comparte muchas de las ideas de la encíclica, entre las cuales se destaca que «el medio ambiente es un bien común, patrimonio de la humanidad y es responsabilidad de todos». Y aprovecha para reclamar que se detenga la políticas de prospecciones para la búsqueda de recursos energéticos, como las que «el Ministerio de Industria está promoviendo en aguas españolas o como las que "Shell" quiere llevar a cabo en el Ártico».

Como alternativa, Greenpeace que es muy útil atender a la frase del Papa en la que se propone recurrir a otras energías: «la tecnología basada en combustibles fósiles, altamente contaminantes (especialmente el carbón, pero también el petróleo y en menor medida, el gas ), debe ser reemplazada gradualmente y sin demora». En este sentido, la organización considera que el Papa hace una «llamada clara a los inversores responsables, directores ejecutivos y líderes políticos para acelerar el ritmo del cambio hacia una energía limpia».

Por otro lado, los ecologistas consideran que «las palabras del Papa deben sacar a los jefes de gobierno de su complacencia» y que deben animarles a hacer prevalecer el «bien común» sobre los «intereses particulares». Por ello, los activistas consideran que este posible cambio de actitud debería cristalizar en forma de leyes estrictas para «proteger el clima y acordar un potente protocolo climático en París a finales de este año».

«Es significativo que la primera Encíclica escrita por el Papa Francisco aborde el problema del cambio climático. Esperamos que su mensaje, al igual que el de otros líderes de opinión, ayude a impulsar el compromiso de los políticos españoles y el movimiento de la ciudadanía, que ya está demandando el fin de las energías sucias en favor de las renovables», ha afirmado Mario Rodríguez, director de Greenpeace España.

«Por ello, invitamos al Gobierno de España a que se sume a los líderes mundiales y visionarios como el Papa, que están dando un paso al frente para frenar la amenaza del cambio climático y que dé un giro de 180º para asumir políticas nacionales que lleven al abandono de las energías sucias y favorezcan las energías limpias y la conservación del medio ambiente», ha añadido.

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